Detrás de Siriaco Mezcal ® se esconde una gran leyenda
Hace cientos de años en el imperio zapoteco gobernaba el Rey Siriaco, el imperio se encontraba en su mayor apogeo y en las calles corría fortuna y riqueza. El rey Siriaco era un gobernante admirado por todo su pueblo, pero también era conocido por ser un fuerte guerrero, por sus sangrientas y drásticas acciones. El Rey Siriaco vivía en el palacio a lado de su hermosa esposa, Xiadani, (la flor que nace). Xiadani era considerada la mujer más hermosa en todo el imperio y el Rey Siriaco la mantenía dentro de los jardines del palacio, donde nadie la podía ver. Como buen soberano, el Rey Siriaco adoraba a los Dioses, pero rendía el mayor tributo al Dios Mictlantecuhtli, (Dios de la muerte). Se decía que cada luna llena el Rey Siriaco salía de su habitación y caminaba hasta la piedra de sacrificio para ofrecer algún animal en nombre de Mictlantecuhtli y que estas ofrendas mantenían a salvo la ciudad.
Era importante para el Rey mantener la atención del Dios Mictlantecuhtli lejos de su hermosa esposa, pues temía que éste fuera a enamorarse de ella y se la llevara al inframundo. A pesar de los cuidados del Rey, una noche la hermosa Reina salió a la terraza del palacio y vio a Mictlantecuhtli sentado sobre un banco contemplando los rosales del jardín (las personas le temían al Dios por su aspecto físico ya que aparecía con el cuerpo cubierto de huesos humanos y en el rostro una máscara en forma de cráneo). Su pelo era encrespado, negro y decorado con ojos estelares (puesto que habitaba en la región de la oscuridad completa). La Reina lo reconoció por las pinturas sobre las paredes del palacio y pensó en lo solitaria que debía ser la existencia del Dios de la muerte y tocó su mano. El Dios quedó prendado de ella instantáneamente y la visitaba por las noches sin el consentimiento del Rey para escucharla cantar.
Mientras tanto, el pueblo vecino intentaba conquistar las tierras del Rey Siriaco siempre sin éxito, ya que el ejército del Rey era mucho más fuerte y los muros de la ciudad eran infranqueables, pero el temerario Rey del pueblo vecino lo intentaba una y otra vez de todas formas, un buen día, el Rey del pueblo vecino tomó a todo su ejército y marchó hasta la puerta de la ciudad del Rey Siriaco, con truenos y golpes el ejército del Rey atravesó la gran muralla y comenzó a aterrorizar a la ciudad, incendiando todo a su paso y arrasando con el ejército real. El Rey Siriaco, corrió hasta la piedra para hablar con el Dios Mictlantecuhtli, quien le dijo que salvaría la ciudad si dejaba que la Reina Xiadani bajara con él al inframundo. En un momento de desesperación el Rey Siriaco aceptó el trato y le entregó la Reina a Mictlantecuhtli. La ciudad se abrió de repente devorando a todos los enemigos del Rey Siriaco y el Dios de la muerte desapareció con la Reina en brazos.
Los meses pasaron y el Rey Siriaco no entendía como había sido capaz de regalar a su amada Reina a semejante criatura. En ese momento fue a hablar con el sumo sacerdote el Huija Tao para preguntarle cómo podría recuperarla. El sacerdote le dijo que tendría que bajar al inframundo para pelear por su Reina y quitársela a Mictlantecuhtli, pero para lograrlo necesitaría la fuerza de 1,000 hombres corriendo por su sangre. Lo llevó ante la parecencia del Dios Pitao Cozaana (Dios de los antepasados), que dio al Rey Siriaco las almas de los 1,000 hombres en un frasco y le dijo que lo bebiera justo antes de entrar al inframundo. Pero una de las advertencias del Dios fue que la sangre del Rey nunca volvería a ser roja, se haría transparente. La sangre de los Dioses añorada y buscada por los humanos (que la conocían por el nombre de "mezcal") ya que contaba la leyenda que si algún hombre la tomaba se llenaría del mismo poder Divino.
El Rey aceptó y corrió a las puertas del inframundo, tomó la pócima y empezó a caminar por las largas calles llenas de podredumbre y de malos olores, bajó los siete niveles siguiendo los hermosos cantos de su esposa hasta que a lo lejos la vio sentada a lado del Mictlantecuhtli (cegada por algún hechizo que el Dios había puesto sobre ella). El Dios Mictlantecuhtli entonces vio al Rey y se levantó encerrando a la Reina en una jaula, los dos empezaron a pelear y el Rey Siriaco derrotó al Dios Mictlantecuhtli clavándole el cuchillo del sacrificio (arma que pertencía a Mictlantecuhtli). Se acercó a la Reina (que aún no lo reconocía) y no quería irse con él. El Rey tomó el cuchillo del sacrificio y se cortó la cara, quitándose toda la piel, la Reina creyendo que era el Dios Mictlantecuhtli caminó de regreso a la tierra con él Rey Siriaco. Una vez llegando a la superficie, el hechizo de Mictlantecuhtli se rompió y la Reina al ver lo que su amado esposo había hecho por ella, decidió adornarle la cara con un millón de piedras de colores.
La leyenda de la sangre del Rey se esparció por el imperio poniendo en peligro no solo su vida, sino la de su esposa y todo su reino. El Rey, harto del sufrimiento y la agonía que esto les causaba decidió quitarse la vida. La Reina entonces tomó la decisión de conservar su cráneo y su sangre (aún encantada con la fuerza de los 1,000 hombres) en un lugar seguro, arrojando su cuerpo al río para hacerle creer a la gente que todo había sido un mito. La Reina mando hacer réplicas del cráneo de su esposo para poder guardar ahí su sangre transparente. Las escondió en el sótano del palacio y las maldijo para que cualquiera que las tomara muriera instantáneamente, pero, por el contrario, si algún hombre la bebiera no moriría, adquiriría la misma fuerza que el Rey Siriaco portaba en vida y podría convertirse en el nuevo emperador Zapoteco.